Te regalo mi cintura y mis labios para cuando quieras besar.
Te regalo mi locura y las pocas neuronas que quedan ya.
Mis zapatos desteñidos, el diario en el que escribo.
Te doy hasta mis suspiros,
pero no te vayas más.
Porque eres tú mi sol,
la fé con que vivo,
la potencia de mi voz,
los pies con que camino.
Eres tú, amor,
mis ganas de reír,
el adiós que no sabré decir,
porque nuncá podré vivir sin ti.
Si algún día decidieras alejarte nuevamente de aquí,
cerraría cada puerta para que nunca pudieras salir.
Te regalo mis silencios, te regalo mi naríz; yo te doy hasta mis huesos,
pero quédate aquí.
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